Cuando una persona fallece se transmiten a sus herederos todos sus bienes y obligaciones (deudas). De ahí que podamos hablar de la herencia de acciones de una empresa. Sin embargo, heredar una sociedad patrimonial, una sociedad limitada, o cualquier otra, no es tan sencillo como puede parecer.
La transmisión de acciones por herencia puede hacerse siguiendo la voluntad del testador en cuanto al reparto, o bien atendiendo a los criterios de reparto establecidos en el Código Civil si el fallecido no otorgó testamento.
El primer problema que aparece es el de la valoración de las acciones de la herencia. Un error habitual es valorarlas de conformidad con su valor nominal, el valor que les corresponde en función del capital que su titular aportó a la sociedad.
Pero entre el momento de la constitución de la sociedad y del fallecimiento pueden haber pasado muchas cosas. Si la empresa tiene un balance negativo y acumula numerosas deudas, el valor de las acciones debe ser inferior a su valor nominal. Porque en caso contrario los herederos acabarán pagando impuestos por algo que, en realidad, no tiene el valor que se le ha dado.
Por el contrario, si la sociedad obtiene muchos beneficios, el valor de las participaciones deberá ser superior al nominal. Si no se hace así, Hacienda puede exigir hacer una liquidación del Impuesto sobre Sucesiones complementaria.
Si todas las acciones o participaciones de una sociedad recaen en manos de una única persona, no suele haber problema. El conflicto puede aparecer cuando las acciones se reparten entre varios.
Lo aconsejable en este caso es que el testador reparta las acciones de forma igualitaria entre sus herederos. Si no lo hace así, e intenta compensar a un heredero con más acciones, este puede adquirir una posición predominante en la sociedad, asumiendo un papel protagonista en la toma de decisiones. Aun cuando la verdadera voluntad del testador era que todos sus herederos participaran igual de la gestión y administración de la sociedad.
Pero, sin lugar a duda, el gran problema puede aparecer cuando un paquete de acciones se deja indiviso en manos de un grupo de personas. Por ejemplo, si hay 100 acciones y tres herederos, cada uno de ellos es dueño de una parte de cada acción.
Esto último puede dificultar mucho la gestión de la sociedad, y en la mayoría de los casos acaba dando lugar a que un heredero compre a los otros sus acciones.
Independientemente de cómo se hayan repartido las acciones, no es extraño que alguno de los herederos quiera deshacerse de ellas porque no quiere implicarse en la administración de la sociedad. Lo más común en estos casos es que venda sus acciones a algún otro socio o, en su defecto, a un tercero.
La venta de las acciones adquiridas a través de una herencia tributa en el IRPF por la plusvalía. Se tiene en cuenta la diferencia que existe entre el valor que tenía la acción en el momento del fallecimiento de su anterior titular y el valor en el momento de la venta.
La herencia de acciones de una empresa es una cuestión compleja. Por eso, es mejor dejarse aconsejar antes de testar. En caso de que los herederos se encuentren con una herencia en la que hay acciones pendientes de reparto, también puede ser interesante para ellos contar con asesoramiento experto para conseguir que el reparto no suponga un obstáculo para el buen funcionamiento de la sociedad.